martes, 19 de noviembre de 2019

Voz gutural. Significado

Qué es Gutural: Gutural es un sonido creado o relacionado con la garganta.

Deriva del latín gutturalis que tiene como raíz la palabra ‘garganta’. Gutural se asocia a ruidos, gritos y cantos guturales.

Los ruidos guturales son aquellos que fuerzan la garganta para emitir sonidos como algunas palabras del abecedario como la letra ‘K’.
Los gritos guturales generalmente son asociados a gritos aterradores pero con el aprendizaje de técnicas adecuadas puede convertirse en un canto.
Los tuvas, un pueblo de origen mongol al sur de Siberia, dominan la técnica del canto gutural, canto armónico o canto difónico.
En el canto kh öö meior khoomii los tuvas consiguen cantar dos notas al mismo tiempo: uno agudo como una flauta y otro gutural usando la garganta.
El canto gutural moderno es asociado a las bandas de música Metal en todas sus derivaciones: grindcore, deathcore, hardcore y death metal.
El canto gutural en este tipo de música es llamado en inglés death growl.
El canto gutural o death growl se dividen en 3 tipos: Inward screaming (‘grito interior’): consiste en un grito que controla la presión sonora y el volumen sin presión en la garganta. Pig Squeal (‘chillido de cerdo’): Es un grito agudo como el que hace el cerdo.

Consiste en poner la lengua en el paladar mientras se traga aire en vez de botar el aire. Fry (frito): es un grito agudo y raspado.
Consiste en apretar la garganta para cerrar las cuerdas vocales mientras se grita.




Mujeres escritoras

Mujeres escritoras, según pasan los siglos
En otros artículos se refiere a la larga lucha de las mujeres en los distintos momentos de la historia, algunos de cuyos puntos emblemáticos fueron el otorgamiento de derechos civiles y políticos a las mujeres o, simbólicamente, la concesión de un día en el calendario, el 8 de marzo, para reafirmar “la plena participación, en condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política, civil, económica, social y cultural”.

Se ha compartido historias de luchadoras, educadoras, artistas y soñadoras. Encarnación Ezcurra, Juana Azurduy, Alicia Moreau de Justo, Cecilia Grierson, Juana Manso, Juana Manuela Gorriti, Sara Eccleston, “Macacha” Güemes, Julieta Lanteri, Eva Perón, Alfonsina Storni han conquistado un lugar en la historia del país y en nuestras páginas.

En esta oportunidad, de quiere compartir fragmentos de dos artículos escritos por mujeres con más de un siglo de distancia para echar una mirada al cambio de percepción sobre el papel que estas representantes del “bello sexo” le asignaban a la mujer en la sociedad.
En el “retrato de una señora respetable”, publicado en 1801 en el primer periódico de nuestra historia, el Telégrafo Mercantil, la autora, que firma como “la amante de su patria”, recoge el ideal de mujer de un escrito francés que traduce.  La felicidad femenina, según se puede apreciar, consistía en “ignorar lo que el mundo llama placeres”, “alejar de su habitación las pasiones”…; entre sus virtudes se destacan la moderación, la prudencia, la indulgencia, la sensibilidad y la complacencia hacia el marido; en resumen, “su gloria era ´vivir en las obligaciones de esposa y de madre´.
Medio siglo más tarde, Juana Manso se hacía eco de los miedos que provocaba entonces la aspiración de las mujeres a ocupar un lugar más activo en la sociedad: «La emancipación moral de la mujer es considerada por la vulgaridad como el apocalipsis del siglo. (…) ¡Cómo! Pues ese trasto de salón (o de cocina), esa máquina procreativa, ese cero dorado, ese frívolo juguete, esa muñeca de las modas, ¿será un ser racional? ¡Emancipar a la mujer! (…) ¡qué trastorno social!, ¡qué caos!… La mujer libre, ilustrada, emancipada de las preocupaciones que la condenaban a la inacción intelectual, que la destinaban al estado perpetuo de víctimas, es un enemigo”.
Ya entrado el siglo XX, la Primera Guerra Mundial trajo consigo una consecuencia insospechada: la incorporación masiva de mano de obra femenina en puestos antes ocupados por maridos, padres o hermanos, quienes debieron entonces servir de carne de cañón en los frentes de batalla.
Desde entonces, el impacto sobre las costumbres y la “visibilidad” de las mujeres en la sociedad ya no tuvo retorno.
Se comparte aquí una conferencia brindada por Elvira Rawson de Dellepiane, destacada luchadora por la igualdad de los derechos para hombres y mujeres, quien hace referencia explícita a “estos cuatro mortales años de carnicería” que “han puesto de relieve las verdaderas condiciones de energía, de inteligencia, de abnegación, de patriotismo, de criterio y de voluntad de la mujer llamada a colaborar en la gigantesca tarea”.

Fuente:Telégrafo mercantil rural político económico e historiógrafo del Río de la Plata, Nº 37, domingo 27 de diciembre de 1801; en Telégrafo Mercantil, rural Político-Económico e Historiógrafo del Río de la Plata 1801-1802, Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática Americana, 1914, págs. 306-307. Señor Editor: ¿Por qué las Señoras del País no hemos de tomar alguna parte en los útiles trabajos de usted? Yo quiero concurrir por la mía comunicando a usted lo que pueda proporcionarme el tiempo de descanso en mis diarias ocupaciones de esposa, madre y cabeza de familia. Sea pues el primer fruto, la adjunta traducción libre de un rasgo moral, que me presentó un escrito francés, si merece la aprobación de usted no le faltará un lugarcito en su apreciable periódico, y continuará sus buenos deseos. La amante de su Patria. Retrato de una Señora respetable Mujer dichosa, su felicidad es ignorar lo que el mundo llama placeres; su gloria es vivir en las obligaciones de esposa y de madre: ella consagra sus días a la práctica de las virtudes obscuras: ocupada con el gobierno de su familia, reina sobre su marido por la complacencia; sobre sus hijos por la dulzura; sobre sus domésticos por la bondad; su casa es la morada de los sentimientos de la religión, del amor conyugal, de la ternura materna, del orden, de la paz interior, del tranquilo sueño, y de la salud: ecónoma y sedentaria aleja de su habitación las pasiones y las necesidades: nunca despide sin consuelo al humilde indigente, que se acerca a sus puertas, y el hombre licencioso jamás osa ponerse en su presencia: ella tiene un carácter de moderación y de dignidad, que la hace respetar: de indulgencia y de sensibilidad, que la hace amar; de prudencia y de entereza que la hace temer: ella arroja de sí un calor apacible, y una luz pura, que alumbra y vivifica cuanto la rodea: ¡Mujer feliz! ¡Qué preciosa eres a los ojos de la Religión y de la Filosofía! Conferencia de Elvira Rawson de Dellepiane, 6 de octubre de 1919 Fuente: Revista Nuestra Causa, Nº 6, 10 de octubre de 1919, págs. 130-132; en Edit Rosalía Gallo, Nuestra Causa, Revista mensual feminista 1919-1921, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas Cruz del Sur, 2004, págs. 79-84. Se realizó el 6 la primera del ciclo de conferencias, anunciado por la Asociación Pro Derechos de la Mujer,  a cargo de su presidente, doctora Elvira Rawson de Dellepiane, en el ateneo Hispano-Americano. Ante una selecta concurrencia que llenaba por completo el amplio salón, la doctora Dellepiane fue presentada por el doctor Alfredo L. Palacios, quien expuso con elogiosas palabras la acción importantísima que ella desplegó en brega por la emancipación de la mujer durante los últimos diez años. Acto continuo ocupó la tribuna la doctora Dellepiane, disertando su anunciada conferencia sobre la “Importancia Social de la Mujer”. A continuación publicamos una parte de la extensa conferencia que la doctora Dellepiane disertó durante casi dos horas, siendo interrumpida a menudo por largos y bien merecidos aplausos: “Agradezco al doctor Palacios sus elogiosos conceptos, gentileza muy suya y digna de tan caballeresco aliado. Y a los dueños de esta casa, donde tantos intelectuales de nota han dejado oír su voz, les agradezco su generosa hospitalidad para quienes como nosotros vienen a formular pedidos de reformas legales y plenitud de derechos. Pedidos que sabemos serán resistidos, reformas que sabemos no serán fáciles de conseguir para cuyo logro deberemos desenvolver una ruda labor. Pero estamos dispuestas a afrontarla, seguras de la justicia que perseguimos y de que no será posible que en esta enorme evolución social efectuada en el mundo entero, la Argentina quede estacionada. Ha afianzado nuestro anhelo, traducido en mil formas temerosas años atrás, el éxito obtenido por mujeres en Europa y Norte América. ¿Si en Inglaterra, Francia, Alemania, Norteamérica, Italia, Suecia, Noruega, Australia, Finlandia y hasta en el Transvaal se ha concedido a la mujer los derechos políticos, y reformado en beneficio suyo muchos de los absurdos llamados “legales”, de códigos dictados sin consultar su opinión ni su interés, qué causas podrían impedir o retardar igual decisión a nuestro respecto, de parte de nuestros legisladores? Si las necesidades de los horribles momentos pasados en estos cuatro mortales años de carnicería, han puesto de relieve las verdaderas condiciones de energía, de inteligencia, de abnegación, de patriotismo, de criterio y de voluntad de la mujer llamada a colaborar en la gigantesca tarea, no puede pensarse ya más que careza de estas mismas condiciones en su tranquila colaboración del hogar, de la fábrica, de la industria, de la educación, de los asuntos de interés público. Factor ponderado de vida, energía consciente, inteligencia cada día más cultivada, lógicamente debe buscar el centro de equilibrio que le corresponde en su nueva movilidad y en el nuevo ambiente. ¿¡Que muchas nada piden ni quieren!? ¿¡Que miles nada saben ni piensan!? ¿Puede lo ilógico, lo absurdo barrer el camino a la verdad y la justicia? ¿Ha sido para el hombre un obstáculo a su reconocimiento y goce amplio de personería y derecho, ese mismo ausentismo de criterio y conciencia que les es tan común como a nosotros? ¿Los defectos o fallas de una parte cualquiera de la humanidad pueden y deben pesar como lápida mortuoria para el inmenso número que está libre de ellos? El temor de una problemática “incapacidad” no autoriza a negar derechos so pretexto de que no se sabrán usar, cuando se trata de mujeres, concediéndolos plenos en cambio cuando se trata de hombres, sean o no capaces. La fuerza instituida en tirana, -so pretexto de proteger debilidades que no son tales-, pudo tolerarse en épocas de ignorancia, y cuando el hombre era el principal factor de progreso y trabajo. Pero ahora, en que la fuerza, la acción, la inteligencia están equilibrados en uno y en otro sexo, pretender perpetuar el despojo sería algo más que injusto,  inicuo e indigno de hombres honestos y conscientes. Se pretende que la concesión de los derechos civiles y políticos de la mujer, manumitiendo de la tutela del hombre harán que la primera sea una rival, una enemiga del hombre y abandone su hogar y olvide sus deberes de esposa y madre. ¿La mujer que va a la fábrica, al servicio doméstico, al trabajo en los campos, en los talleres, en el comercio, en las oficinas, en las escuelas, en las profesiones deja de ser esposa, de ser madre, de cuidar del hogar? ¡Si precisamente la inmensa mayoría de estas trabajadoras se sacrifican por ayudar al esposo a sostener ese hogar que les es tan caro, por allegar para los hijos lo necesario a su subsistencia! (…) De todos modos es sugerente el hecho de que el cuidado y la protección masculina quiera ser tan previsora y vigilante cuando se trata de dar derechos, y acepte tan complaciente y aun exija la colaboración material de la mujer en los trabajos, sin escatimarle los más rudos –eso sí por proteccionismo seguramente- pagándoselos menos. ¡Se pretende negarnos el derecho al voto y a interesarnos y colaborar en asuntos de interés público so pretexto de que no hacemos el servicio militar y pagamos el derecho de sangre!

Antonio cabello y mesa

Artículos Conquista y Colonia (1492-1776) Francisco Cabello y Mesa, pionero de nuestro periodismo Fuente: Felipe Pigna. Nacido en Castilla la Nueva en 1764 y extremeño por adopción, Francisco Cabello y Mesa se crió en la región española que vio crecer a Francisco Pizarro, Hernán Cortés y tantos otros conquistadores. La primera noticia que se tiene de su vida es un aviso publicado en 1787 en el Diario Curioso, de Madrid. Allí Cabello se ofrecía como mayordomo de algún señor. Decía tener 23 años, ser hidalgo, estar habilitado como profesor de historia literaria y tener versación en el manejo de papeles “judiciales y extrajudiciales”. Parece que, en vez de un señor millonario, lo terminó contratando el propio periódico, donde al poco tiempo comenzó a aparecer como colaborador.1 Cabello se doctoró en abogacía y llegó a ser coronel del Regimiento Provincial Fronterizo de Infantería de Aragón.

En 1797 partió hacia el Perú, donde asumió el cargo de “protector general de los naturales de la frontera de Jauja”, además de desempeñarse como letrado en la Real Audiencia de Lima. En su tiempo libre comenzó a editar el Diario Curioso, Erudito, Económico y Comercial, la primera publicación periodística sudamericana y luego colaboró con el Mercurio Peruano y El Semanario Crítico, que continuaron esa labor. También intentó crear en Lima una “sociedad patriótica”. Esta clase de asociaciones era parte de los nuevos aires ilustrados que, tanto en la Península como en América, comenzaba a hacerse sentir a pesar de las autoridades. Formadas por intelectuales, comerciantes y emprendedores de todo tipo opuestos al monopolio, estas entidades buscaban introducir mejoras en la agricultura, la industria y el comercio, difundir los nuevos conocimientos científicos y técnicos, promover la educación y, en general, mejorar la vida de sus “compatriotas”, término que entonces se entendía como los habitantes de cada una de las regiones del imperio español. De allí que estas sociedades tuviesen alcance local. Se habían multiplicado en las provincias españolas, hasta que la corona las consideró peligrosas y empezó a limitar sus actividades para, luego, clausurarlas. La Sociedad Patriótico-Literaria impulsada por Cabello establecía en sus estatutos: “la Sociedad cuidará muy eficazmente de establecer escuelas gratuitas de leer, escribir y contar, y que se enseñen las lenguas francesa e inglesa como tan necesarias para todos [los] asuntos y negocios extendiendo también su atención sobre la geografía, historia, física y topografía”.2 Cuando Cabello se disponía a regresar a España, la falta de buques lo retuvo en Buenos Aires en 1798. Se fue quedando y el 28 de octubre de 1800 le pidió licencia al virrey Gabriel de Avilés y del Fierro para que autorizara la aparición del Telégrafo Mercantil, Rural, Político-económico e Historiográfico del Río de la Plata, cuyos números, aprobación de la censura mediante, salieron de la Real Imprenta de los Niños Expósitos. El periódico salió por primera vez el 1º de abril de 1801. En uno de sus primeros números dejaba en claro que su deseo era trabajar por una sociedad: “donde para siempre cesen aquellas voces bárbaras del escolasticismo que, aunque expresivas de los conceptos, ofuscaban y muy poco o nada trasmitían las ideas del verdadero filósofo. Empiece ya a reglarse nuestra agricultura, y el noble labrador a extender sus conocimientos sobre este ramo importante. Empiece a sentirse ya en las provincias argentinas aquella gran metamorfosis que a las de México y Lima elevó a par de las más cultas, ricas e industriosas de la iluminada Europa. Empiece mi pluma, en fin a informar a los lectores de los objetos, progresos y nuevos descubrimientos”. Además de Cabello y Mesa, que firmaba sus artículos con los seudónimos de “Narciso Fellobio Cantón” y “El filósofo Indiferente”, entre los redactores figuraban Domingo de Azcuénaga, José Chorroarín, Juan Manuel de Lavardén, el deán Gregorio Funes, Pedro Antonio Cerviño, José Prego de Oliver, Juan José Castelli, su primo Manuel Belgrano y el naturalista Tadeo Haenke, que enviaba sus colaboraciones desde Cochabamba. La redacción del Telégrafo funcionaba en el estudio de Cabello, en la actual calle Reconquista al 200, al lado de la iglesia de La Merced. El Telégrafo llegó a publicar 110 números, con dos suplementos y trece ejemplares extraordinarios. Trató los más diversos temas gambeteando con cierta habilidad la censura colonial e inquisitorial, hasta que  en el número del 17 de octubre de 1802 se incluyó un artículo sobre la “relajada moral”  de los sacerdotes del Perú. Fue la gota que colmó el vaso e inmediatamente llegó la clausura definitiva de nuestro primer periódico por pedido del comisario de la Inquisición, don Cayetano José María de Roo, quien le escribió al virrey en estos términos: “El Telégrafo de la fecha no es sino un libelo infamatorio contra el cuerpo respetable de los párrocos del Perú y, estando prohibidos por la regla 16 del Expurgatorio del Santo Oficio tales libelos, se sirva V.E. dar el competente auxilio para que se recojan todos los ejemplares que se han repartido en esta Capital e impida su circulación fuera de ella”.3 Tras el cierre del Telégrafo, Cabello se reintegró a la vida militar y en 1807 peleó en la defensa de Montevideo contra los ingleses. Fue capturado por los británicos y llevado a Inglaterra. Sobre lo que ocurrió después hay dos versiones, una señala que fue liberado en un canje de prisioneros, y otra, que habría colaborado con los invasores. Pasó el resto de su vida en España, pero no sabemos a ciencia cierta qué tan larga fue: para unos, habría sido ejecutado por liberal y “afrancesado” en 1814; para otros, habría sobrevivido hasta 1824. La verdad la supo don Cabello y Mesa, pionero de nuestro periodismo.

Referencias: 1 Fernando Sánchez Zinny, El periodismo en el Virreinato del Río de la Plata, Academia Nacional de Periodismo, Buenos Aires, 2008. 2 José María Torre Revello, El libro, la imprenta y el periodismo en América durante la dominación española, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, Buenos Aires, 1940. 3 Citado por Guillermo Furlong S.J., Historia y bibliografía de las primeras imprentas rioplatenses, Librería del Plata, Buenos Aires, 1960.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar Artículos relacionados Mujeres escritoras, según pasan los siglos Petrona Rosende de la Sierra contra las luchas civiles Alfonsina Storni, por Felipe Pigna Los Libros de Felipe Pigna

  Fuente: Felipe Pigna, Mujeres insolentes de la historia, Buenos Aires, Emecé, 2018,



  

Dolores

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